¡Gracias a Dios!

Muchas veces usamos la expresión “¡Gracias!” como requisito protocolar. No obstante, consideremos el agradecimiento como ese impulso subjetivo que nos ennoblece frente a un favor o beneficio recibido. Esos favores particulares que no pasan por la petición, sino que las circunstancias nos ofrecen a través de encuentros azarosos, orgasmos sincronizados, olvidos inesperados, billetes en la acera, fogonazos de lucidez... Tropezamos con estas situaciones "divinas" para confrontarnos con la posibilidad de crear (o creer en) dioses que no desamparen nuestro agradecimiento y puedan resistir la carga constante de adulaciones humanamente agotadoras que el adulado está obligado a tolerar. Una razón que los catequistas deberían mencionar para fortalecer ejércitos de agradecidos.

Comentarios

Entradas populares