¡TÚ ME GUSTAS!

Pensar sin prejuicio alguno en el gusto, con la audacia de dejar de lado los planteamientos teóricos y las reflexiones filosóficas, es obviamente arriesgado y un tanto ingenuo, sin embargo, intentémoslo… por un lado, podemos decir que cuando a alguien le gusta algo es porque ha pasado su aparato gustativo sobre ése algo y le ha dejado una sensación agradable, por otro lado, también podemos decir que a alguien le gusta algo cuando ha percibido cierta armonía sin hacer uso de las papilas gustativas; un momento de recepción estremecedor a través de otros sentidos. Y, finalmente, cuando a alguien le gusta alguien… ¿No entran en juego todas las posibilidades sensoriales (gustativas) anteriores? Probablemente sí. Y quizá, cuando a alguien le gusta alguien más, la apreciación agradable de las cosas se expande. A alguien le comienza a gustar la música, la pintura, los zapatos, la forma de reír, la tos, los nudos de cabello, los silencios, el cinismo, el olor de los dedos, la mirada de alguien, hasta el modo de apreciar las cosas cambia un poco y comienzas a ser más tolerante con lo que no te gusta en función de disfrutar lo que te gusta: “Odio las caricaturas pero dos horas a su lado viéndola reír, para conversar y besarla luego, valen la pena”.

Las papilas y las pupilas, principalmente, alimentan el gusto sobre las cosas que en algún momento nos resultaron extrañas o distantes. Mecanismos complejos y épicos de la subjetividad.

Finalmente, sobre el gusto sólo podemos emitir dos enunciados con absoluta convicción: ME GUSTA(S) y NO ME GUSTA(S).

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