Entre Facebook y la U

Era la Semana Santa, vacaciones, la universidad cierra, los trabajos se postergan, unos se dedican a cumplir con las tareas para aprobar, otros a descansar porque ya aprobaron, otros a subestimar la imaginación y a aburrirse. Cada uno consigue qué hacer, no hacer y deshacer con sus horas libres.

María decide que es la oportunidad de conocer a José. Ya ha pasado un año de clases y sólo se habían limitado a decirse Hola. Envía su respetiva solicitud de “amistad” en Facebook, José la acepta como lo ha hecho con las 345 que ha recibido desde que abrió su cuenta.

Ambos tienen veinte años y chateando se han dicho frases como: “D vdad todo st time m dba pena dcirt hola; ok, esa es la canción de la que te hablaba; seee esa tipa es 1 catre aburidiZzzzima; Ok, abrazos. Cuídate”

José estaba entre los estudiantes más disciplinados y aunque no era de 20/20 puntos de calificación, era un lector prolijo, siempre tenía algo que decir en cualquiera de las clases y aunque no era arrogante con el conocimiento tampoco podía catalogarse de humilde. Sabía qué sabía y qué no sabía. María tenía un cabello dorado que presumía suavidad y brillo.

José nunca comentaba los “estados” de María. María abría su cuenta sólo para dirigirse a la cuenta de José y clickear “me gusta” en donde no lo había hecho y dejar el respectivo comentario “jajajaja; wow!; :)” una que otra vez elaboraba una oración.

José ya se había cansado de burlarse de María (sin María) en el chat y a sentir el acecho virtual. La inteligencia de María era la gran barrera que no le permitía a José estremecerse con ella y con su bien proporcionada figura adolescente. "Si no fuese tan gafa", pensaba cada vez que se admitía a sí mismo lo buena que estaba.

Fiesta de fin de año académico en una finca en las afueras de la ciudad. José ebrio, María ebria. Sentados en el césped bajo un roble, no muy lejos de la fiesta. José sin pudor le habla de sus limitaciones intelectuales (las de ella) María se ríe con coqueteo de las frases que escucha; José piensa: "¡Puta madre! sí que es pendeja" y se arroja sobre ella; la besa, se aleja para beber por nueve segundos de la botella de ron que sostiene con precisión. María responde con un: "¡Ay, José!" Balbuceado y una risa susurrada entre la garganta y los labios cerrados que no termina de ser explícita. José se inclina sobre ella y la acuesta sobre el césped con sutileza, ella cede.

El siguiente día en su habitación, después de un almuerzo a las 3:00pm con resaca, José entra en su cuenta de Facebook lee un mensaje privado de María y se acuerda de la frase de su hermana mayor una vez conversando con su mejor amiga “…Feo, loco, peludo, si tiene mal aliento que mastique papel o caramelos pero nunca, ¡NUNCA! con un imbécil y menos aún con un bruto”.

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