Escuché una excusa para escribir

Suena el intro de We Walk (The ting tings) en el mp3 y aunque el título de la canción delinea lo que aproximadamente veintiséis personas hacemos ahora en el parque, escucharla me invita a un paseo distinto lejos del césped, el concreto y los árboles; levitar como espuma soplada y desdibujarme de lo que sucede y de lo que el cosmos podría estar tramando bien o mal para sorprenderme en las próximas horas. Despegarse, desplegarse, olvidar y entregarse al tiempo cósmico sin ser acusada de egoísta e irresponsable. Momentos en los que no lamento tanta sensibilidad. Lograr aprehender la belleza dentro de mí gracias a la melodía de una canción merece el padecimiento tortuoso al que también mi sensibilidad es sometida en otras ocasiones. Ahora, sentada en la biblioteca con las montañas frente a mí, vigilantes de mi experiencia, reproduzco nuevamente We Walk y culmino de teclear este texto justo cuando del mp3 nace Canon de Pachelbel.

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