Paul Ricoeur La constitucion narrativa de la identidad personal (Eduardo Casarotti)

Llegado a este punto, Ricoeur va a intentar mostrar como el lenguaje, y en particular la narración, permiten pensar la permanencia en el tiempo característica de la identidad personal. Es porque se desconoce esa doble experiencia del tiempo propia del hombre, que las soluciones dadas al problema de la identidad oscilan sin solución de continuidad entre el fenomenismo de Hume, que no deja comprender la unidad del sujeto y el substancialismo de Aristóteles, que no explica la diversidad de nuestras experiencias. Ricoeur buscará por lo tanto en la narración esa articulación entre el tiempo cósmico y el tiempo fenomenológico. La teoría narrativa de la que se sirve Ricoeur para explorar esta mediación del relato en la constitución del tiempo humano es sumamente compleja y ocupa toda la segunda parte de Tiempo y Narración. Ricoeur bebe en las fuentes de los formalistas rusos -especialmente J.Propp- de la década del veinte y del treinta y de los estructuralistas franceses -Greimas, sobre todo- de los años sesenta y setenta. No es lugar aquí de exponer esta compleja teoría que, por otra parte se encuentra prefigurada, como el mismo Ricoeur lo dice, en la Poética de Aristóteles.

El concepto central, tanto de las teorías narrativas más actuales como en la Poética de Aristóteles, es el concepto de intriga o trama. Intriga en griego se dice mythos, y significa a la vez fábula, en el sentido historia imaginaria, e intriga, en el sentido de historia bien construida. Es este último concepto de intriga, como historia bien construida, que Ricoeur va a aplicar para resolver, como él mismo dice, no de manera especulativa sino práctica, la aporeticidad del tiempo. Para Ricoeur la intriga no es una estructura estática sino una operación, un proceso integrador el cual sólo se realiza en el lector o en el espectador, es decir, en el receptor vivo de la historia relatada. Al hablar de proceso integrador, Ricoeur se refiere al trabajo de composición, de construcción, de creación en una palabra, que confiere a la historia relatada una identidad que se puede llamar dinámica. Pero ¿en qué consiste ese proceso estructurante de la intriga? Ricoeur lo define de manera muy general como una actividad de síntesis de elementos heterogéneos. ¿Síntesis entre qué y qué?

En primer lugar, síntesis entre los acontecimientos y las incidencias que se suceden linearmente en el tiempo, como instantes uno después del otro; y la historia completa y una. La intriga tiene la virtud de construir una historia de los múltiples incidentes que se suceden uno detrás de otro. Justamente la narración no es una simple enumeración, en un orden serial o sucesivo, de los incidentes o acontecimientos, sino una estructuración que transforma esos incidentes y acontecimientos, en un todo inteligible. Se puede lograr una comprensión de esta composición por medio del acto de seguir una historia. Seguir una historia es una operación muy compleja, guiada sin cesar por expectativas acerca de la continuación de la historia, expectativas que corregimos o confirmamos a medida que se desarrolla la historia, hasta que coincide con la conclusión.

Además, por sus características propias, la intriga es una síntesis de lo heterogéneo de una manera más profunda aún, ya que toda composición narrativa tiene la cualidad de entrecruzar las dos clases de tiempo que vimos más arriba: por una parte una sucesión discreta, abierta y teóricamente indefinida de incidentes (una sucesión de instantes, podríamos decir, uno detrás del otro); y, por otra parte, un aspecto temporal caracterizado por la integración gracias a la cual la historia recibe una configuración. En ese sentido, componer una historia, es extraer una configuración de una sucesión. Adivinamos la importancia de esta perspectiva ya que, habíamos visto, el tiempo es para nosotros aquello que pasa y desaparece y, por otra parte, aquello que dura permanece. La historia relatada se convierte así en una totalidad temporal de características muy particulares, que actúa como mediadora entre el tiempo como paso y el tiempo como duración. Si se puede hablar de identidad temporal de una historia es menester caracterizarla como aquello que dura y permanece a través de aquello que pasa y desaparece.

Si aplicamos a nosotros mismos este análisis de la función integradora de la intriga entre los dos tipos de temporalidad, sucede entonces que nuestra vida, abarcada con una sola mirada, se nos aparece como el campo de una actividad constructiva, mediante la cual intentamos, a través de la narración, reencontrar, y no simplemente imponer desde afuera, la identidad que nos constituye. La intriga, por lo tanto, sin solucionar la aporía fundamental de la temporalidad ya vista, construye una unidad dinámica de sentido a través de la diversidad de nuestras cogniciones, voliciones o emociones. "A esta comprensión de sentido la llama Ricoeur "identidad narrativa". Identidad eficaz y real, puesto que se produce en el ámbito de la práctico":

"Decir identidad de un individuo ... es contestar a la pregunta ¿Quien ha hecho tal acción? En primer lugar se contesta a esta pregunta nombrando a alguien, esto es, designando un nombre propio. Pero ¿cuál es el soporte de la permanencia de un nombre propio ¿Qué es la que justifica que se mantenga el sujeto de la acción, designado de este modo por su nombre, como el mismo a lo largo de toda una vida que se extiende desde el nacimiento hasta la muerte? La respuesta no puede ser más que narrativa. Responder a la cuestión ¿quién? Tal como había señalado fuertemente H.Arendt, es narrar la historia de una vida. La historia narrada dice el quien de una acción. La identidad del quien no es pues, ella misma más que una identidad narrativa. Sin el auxilio de la narración, el problema de la identidad personal está, en efecto, condenado a una antinomia sin solución: o bien se mantiene un sujeto idéntico a sí mismo en la diversidad de sus estados; o bien se acepta, en continuidad con Hume y Nietszche, que este sujeto idéntico no es más que una ilusión sustancialista, cuya eliminación no deja aparecer más que una pura diversidad de cogniciones, emociones, voliciones".

Esta identidad narrativa escapa por lo tanto a la alternativa planteada al comienzo de esta parte. En ese sentido, permite al agente de aprehender la totalidad de sus acciones como suyas (y no como una diversidad incoherente), en la singularidad de una unidad temporal única y propia, pero que no es la identidad estable e inmutable de la sustancia aristotélica. El concepto de identidad narrativa permite incluir el cambio en la cohesión de una vida. La identidad concebida como lo mismo (idem) se sustituye por una identidad concebida como sí-mismo (ipse). Esta última identidad es conforme a la estructura temporal dinámica que surge de la composición propia de la intriga del relato. Es por eso que el sujeto de la acción aparece como el lector y el escritor de su propia vida. El agente actúa en el mundo y en el seno de un contexto dado, pero al mismo tiempo, el sentido de su acción sólo le es accesible a través de la lectura de su historia. Es posible ver aquí el aspecto circular, a la vez pasivo y activo, de esta comprensión: en el mismo acto que me comprendo a mí mismo a través de la narración, me construyo. De ese modo, la mediación narrativa, sin dispersarme en una sucesión incoherente de acontecimientos, permite, a su vez, que sea posible rescribir a lo largo de la vida diferentes tramas de mi existencia.

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