GRITOS

Para salvarme no conozco otra manera: gritar. Alma desgarrada. Gritos que invocan el desvelo de una obsesión que se desata la resignación. Desgasto tu nombre al aire hasta que uno de mis huesos siente la mordedura de una espera ponzoñosa. He desmayado en las ruinas: puerta sin umbral, ventana sin horizonte, espectro sediento. No esperes de mí la postura elegante para emerger de la profundidad que calcina tus pulmones, porque yo también estoy ahí contigo, ahogándome, quemándome. Los exilios del amor han educado mi alma miserable y sólo conozco la firmeza del suelo frío, apto para el desamparo. Sigo gritando.

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