Primera Parte: Close Up


Soy blanca como la cocaína. Era la frase que repetía mientras se maquillaba en el baño, su novio desde la habitación la escuchó y le formuló un reproche por su comparación, ella hizo un gesto de desdén imitándolo frente al espejo y se sonrojó al notar que él ya estaba bajo el umbral de la puerta observándola. Graciosa la nena. Mateo, ya es tarde apúrate, amor. Él percibió la suavidad del vestido en los pocos centímetros de su cintura, la rodeó con el brazo y aún de espalda la atrajo hacia sí precipitadamente. En serio, Mateo, cámbiate, él le cercó la boca suavemente con su mano izquierda y le soplaba el cuello, Camila cerró los ojos y dejó de forcejear, la mano que le sostenía la cintura ahora acariciaba su muslo derecho y se deslizaba para auscultar en su ropa interior, un susurro al oído: eres blanca como la cocaína pero entre las piernas tienes la dulzura de la mermelada. Mateo comenzó a frotar el sexo de Camila y ésta a lamer los dedos que antes la silenciaban. La erección de Mateo se hacía cada vez más prominente al ver en el espejo el rostro desvalido de placer de su chica. Cuando volteó para besarlo, Camila estaba lo suficientemente excitada como para darle prioridad a la reunión festiva donde debía presentarse Mateo. Se trataba de la primera exposición de sus murales esténcil intervenidos con fotografía; él tenía veintitrés años, talento, disciplina, un trabajo de medio turno en una empresa de publicidad y una novia de veintinueve años que multiplicaba el tiempo desde que era su representante y laboraba como directora en una revista sobre sensibilidades artísticas marginadas. Esa noche en la galería, Mateo vendió más de lo esperado, coqueteaba con una rubia, bebía vino. Al otro lado del salón, agotada, Camila le concretó reuniones con dos transnacionales, se alejaba de la gente si no había nada que negociar y detenía el sangrado de la nariz en el baño.

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