Póngale el hada al cuento

Hace días buscando entre los libros que usé en la universidad conseguí un texto de una compañera de clases, nunca le di tiempo, nunca lo leí. Entre la culpa, la curiosidad y las ganas de revivir el pasado, me preparé un té y me dediqué a leerlo. Se titulaba “Las flores”, ahora recuerdo que el título fue el motivo por el cual había subestimado el texto, cito in extenso:

"El baúl verde parecía tallado para guardar piezas de oro, documentos importantes u objetos de animales perdidos. Sin embargo, en él sólo guardaba ropa interior sucia.

Rina, era la mayor de las hijas menores de su casa. Era la hija número ocho de un noble Rey que había quedado viudo cuando ésta tenía tres años. Necesitando una madre para criar a sus doce hijos, el Rey encargó a la sirvienta más confiable los cuidados de los hijos menores. Bertha era una mujer fuerte con una estatura promedio a la altura del lomo de una vaca, no sonreía mucho pero era muy eficiente, y aunque nunca hablaba de lo que ahora podemos llamar violencia doméstica por parte del rey, hacía notar su desprecio hacia él con la forma de preparar su comida, casi siempre ensalivada por ella o probada por el perro antes de ser servida a su excelencia.

Todos notaban que Rina era la preferida de Bertha: Nunca la golpeaba con el mazo, tan sólo se limitaba a jalarle el cabello cuando tardaba en responderle. Tras notar que la niña presentaba un tipo de retardo con el lenguaje, su corazón se ennobleció aún más y le ofrecía comida tres veces al día.

Sus hermanos menores notaron la preferencia y celosos se alejaron de Rina, ya la habían suplantado por un cerdito negro en el juego de “patada al centro”. Sus hermanos jugaban en la zona del jardín, ese espacio había quedado vedado para ella. Le entristecía no poder jugar en medio de las flores y extrañaba las veces en que Manuel, el menor de los menores, acertaba las patadas. Tenía restringido el acceso al olor de las flores.

En medio de la tristeza poco iba al río, tras descubrir un olor particular y penetrante en su ropa más pequeña, decidió guardarla en un baúl que Bertha había botado de la habitación del rey.

Cada noche Rina se quitaba la ropa interior y la guardaba en el baúl, durante las mañanas se sentaba en una de las ventanas a olerla mientras miraba el jardín. Se había convertido en un hábito que le ayudaba a mantener su amor por las flores y toda la naturaleza, aun desde la distancia.

Aunque ya no se mareaba por falta de alimentos, Rina no se sentía bien, alejada de sus hermanos, producto de la tristeza vomitaba después de comer, nadie lo notaba, poco a poco fue palideciendo y debilitándose, un día desmayada con su ropa sucia entre las manos, la intentaron animar pero ya era demasiado tarde. La hermosura de su tumba en medio del jardín se la conferían las flores que en cada primavera emanaban el olor de la ropa que el día de su muerte hallaron entre sus manos y en el baúl verde".

Reviví mis tiempos de universitaria, recordé que el cuento estaba motivado por un concurso de literatura infantil, traté de recordar el rostro de la autora. Después de ducharme estuve tentada a inhalar mi ropa interior sucia, pero el único jardín que añoraba nada tenía que ver con flores.

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