Cortinas
No tenía tetas, así que, le miraba los ojos cuando decidía abrirlos. Su concentración en la letra del reguetón
le permitía a Lucía explorar sus emociones, además de quedar indefensa ante el
romanticismo de Braúl cuando le pidió que atendiera la canción que sonaba. El autobús
era un collage de vapores propios del medio día, el chófer lograba trasladar un
ambiente disco personalizado a su espacio de trabajo con cortinas rojas, calcomanías
con frases religiosas y alusiones sexuales, sin olvidar las luces de colores
que titilaban a lo largo del tablero. En eso, seguía sonando la canción. Braúl
mantenía su mirada sobre Lucía, quien con los ojos cerrados musitaba la letra, por lo que consideró oportuno acariciarle las mejillas con los nudillos de la mano derecha
para que sus ojos se abrieran y cerraran abruptamente: sucedió.
Ahora tenía dos opciones: usar la mano izquierda para manosearle el pecho o dejarle un beso en algún lugar del rostro. Los segundos que transcurrían para decidirlo los usó Lucía para
terminar de escuchar el reguetón y decir: “Braúl, qué bello eres”.
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