¿Cómo saber si eres un genio?
En primer lugar comience a
sospechar de su genialidad si usted mantiene distancia con asuntos que no le
competen. Con este primer síntoma lo más probable es que también sepa que sus
asuntos personales no les interesan a los demás, lo cual lo acerca más a su
posible condición. Un genio suele planificar su campo visual, sobre todo si
está en público, como es un genio sabe que no puede prescindir de ningún medio
que apoye sus propósitos; siempre está armado con teléfono, tableta, laptop,
audífonos, libros y silencios para usarlos en el momento que prevea una
obstaculización de su campo visual con alguna espontánea conversación sin
sentido. Si desde el principio está predispuesto al contacto inconsistente con
otros, optará por los audífonos.
Por otro lado, un genio sabe que
si la pareja de una persona amiga le coquetea, lo ideal será distanciarse de
esos genitales, sin que por ello los suyos queden restringidos en caso de que
haya insistencia por parte de la parte interesada, es decir, felaciones y
cunilingüis no son considerados como actos de deslealtad de la parte receptora,
ya que, se trata de una inexorable alteración de un cuerpo en reposo por parte
de agentes externos. En todo caso, para evitar dar estas explicaciones, un genio
nunca permitirá que tales condiciones de la naturaleza sean descubiertas.
En este sentido, cuando un genio
decide establecer una relación de pareja, contrariamente a lo que se estima, lo
hace con altos niveles de fidelidad para evitar melodramas que lo desestabilicen
y además, para tener acceso rápido, constante y seguro a la satisfacción
sexual. No será necesario que la otra parte sea un genio, pero, si lo es,
comprenderá rápidamente las normas y condiciones que incluyen cierto
distanciamiento interpersonal que facilite una relación acertada.
No obstante, si hay un genio
deprimido, este sabrá que necesita salir de ese estado para no generar círculos
viciosos que lo desequilibren, así que, optará por ir a lugares corrientes para
beber o comer y de este modo, observar, escuchar y rozar la mediocridad ajena
que le devuelva estabilidad a su egosistema.
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