Papito


No sabía. Un heredero de Sócrates. Pero, tampoco sabía que no sabía. Numerosas frases sobre la hoja, con un imaginario más dentro de sí que en el manuscrito, el imaginario de la gloria póstuma alejado del estremecimiento y de las ganas de estremecerse. “Puta sublime que de tus sedas te desvistes…” y así sucesivamente tecleaba lo que para su madre sería la mejor obra en años. Con su laptop frente al espejo, una jarra de café en el piso y animado por el criterio literario maternal, continuaba escribiendo. Él en un extremo, el éxito en el otro, su obra el punto medio; eje irrevocable otorgado por sus lecturas y su talento. 

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