¿Cuándo es suficiente?

“Estar buena” es requisito moral. Que las tetas, el culo, la nariz, las uñas o el cabello no sean propios es irrelevante, estamos inmersos en los artificios para sobrevivir, el cuerpo tiene derecho a recibir armonía tanto de un hígado como de una teta que no le pertenezca. Pero, ¿Cuándo es suficiente?

Desde una conciencia del disimulo, “estar buena” pertenece desde hace rato al axioma social, una norma internalizada por la mayoría, y que lejos del patrón de belleza heredado de los griegos, lo que presenciamos (experimentamos) es un aburrimiento de sí. La armonía y las proporciones que se manejaban del cuerpo femenino se han resignificado, hay una nueva (de)formación y (des)proporciones para reconstruir el patrón de belleza.

Aún funciona la idea de simetría, solo varían las dimensiones en un tangible maniqueísmo, el ideal del cuerpo femenino en la actualidad pasa de la más extrema delgadez a las más amplias redondeces. De costillas inminentes hasta nalgas prominentes. Una interpretación de la sensualidad y la delicadeza en  cuerpos decadentes y pantagruélicos, resultados de un biopoder mediático abundante en intereses y carente de significados en los que se refugia el ser inseguro intentando sobrevivir.

Una difusa "mujer de Vitrubio".

Hipócrates sostenía que la tríada: médico, paciente y enfermedad constituían una farsa en la medicina por su propósito de preservar la vida a través de la salud. ¿Qué podría pensar Hipócrates de la medicina “estética” y su intento por preservar la “belleza”?

En este sentido, y partiendo de los extremos a los que se somete el cuerpo femenino, ¿acaso debe renacer una nueva lucha feminista para liberar a su género de los excesos superficiales que les distrae para desarrollarse en otros ámbitos?

En Venezuela un notable número de mujeres de clase media (baja y alta) afirma públicamente “cuidarse”, lo que incluye invertir dinero, del que generalmente carecen, en cirugías estéticas para atraer un “tipo” que les ofrezca todo lo que su condición de asalariadas no les permite. Probablemente se trate de una baja autoestima solapada en dificultades monetarias, pero no viene al caso. Sin embargo, llama la atención cómo el sometimiento del cuerpo a severas transformaciones deviene un autosometimiento; la idea de éxito se encierra en depender económicamente (y quizá, moralmente) de otro. El negocio de la subsistencia.

Deseos administrados mediáticamente, donde no solo se aspira al “tipo rico”, sino que se fomenta una competición femenina por lograr los volúmenes corporales extremos.

De Certeau planteaba “¿dónde y cuándo hay algo del cuerpo que no esté rehecho, cultivado, identificado por medio de las herramientas de una simbología?". Entonces,  ¿la sociedad se traslada en un carrusel de símbolos  donde el aspecto físico recorre círculos junto al goce, la patología, la represión y el vacío? No basta una respuesta estética o moral, hay que observar el exceso corporal, interrogarlo, confirmarlo, manosearlo. Quizá el exceso no esté en el cuerpo, sino en el deseo.

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