Fragmento de un crítico joven enamorado
Disfrutaba aburrirse. No estoy seguro, pero sus constantes bostezos parecían confirmarlo. En las reuniones esperaban de ella cierta epifanía y ella esperaba la virtud del vacío, esperaban la transfiguración de un libro parlante,
que llegara murmurando frases textuales, esperaban ser
entretenidos por la autora y ella solo iba con su nombre y sus hastíos. Esperaban
un genio con vagina, y ella esperaba donársela con sus tetas a cualquiera que
no se ufanara de serlo. “Me atraen sexualmente hombres cuya genialidad no logra disimularse con silencio, que no saben mi nombre ni saben de mis diarios, cuando
alguno me reconoce pierdo tiempo desnudándome, odio coger con expectativas
porque para revolcarme necesito estar completamente desnuda ”, me dijo alguna
vez sobria con el primer Martini en una mano y mi pene en la otra. Solía
decirle “diarios” a sus novelas, incluso a una sobre política, odiaba entonces
tener que repetir lo que debieron haber entendido, no quería explicar sus libros,
quería que se los explicaran, la mayoría de sus amantes fueron sus críticos,
incluso los más duros. Admiraba la valentía de la confrontación porque apreciaba
que expusieran su ingenuidad. Yo lo intenté.
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