Franz Kabras
Escribir sobre Franz Kabras es sencillo, puede hacerse de manera lineal
sin quiebres temporales o atemporales. No recuerdo si la primera vez que lo vi
fue en Wikipedia o en el relato tabernero de algún buscapleito. Pero lo
recuerdo alto, fuerte, blanco, precioso con sus 27 años de amor a la patria. No
fue poca la lealtad que ofreció durante la guerra como tirador de élite
apoyando con su fuego preciso y certero la unidad de infantería. A un soldado
como Franz no se le atribuyen víctimas, sino gloria. Sin embargo, mi embeleso se
inclina por su lado inédito. He escuchado que los francotiradores son la unidad
melancólica de la guerra, solitarios y reflexivos materializan la trascendencia
de la mirada distante en el estallido de la dispersión; dejan en evidencia que
en la guerra no hay espacio para el incauto y así lo reconoció años después
Usheret para comprender la imposible simpatía que había despertado en Franz
Kabras.
Antes de ser judía Usheret era hermosa, cualquiera puede derrochar
belleza a los veintiún años, pero Usheret tenía la hermosura de todas las
edades y resaltaba entre sus compañeras de trabajo, dos chicas de la misma edad
con las que compartía labores en la casa del padre de Franz, un general
retirado y viudo que experimentó la Primera Guerra y se llenaba de
justificaciones para la causa nacionalista. Las tres muchachitas atendían el
anciano enfermo.
Entre sus compañeras Usheret era la única que había cursado en la
universidad, apenas había comenzado y algo manejaba de economía. Franz lo
sabía, pero nunca hablaban, no tenían nada que hablar que no fuese de los
cuidados de su padre. De los padres de Usheret nada se sabía.
Usheret reconocía su condición y no entendía el trato especial que
recibía de Franz. Las otras dos chicas eran invisibles mientras él contemplaba
silente los movimientos ágiles de Usheret muchas veces imprecisos: piso,
comida, baños, jardín, cocina, comida, ropa, jabón, aguja, comida. Franz sabía
esperar, sabía que en la angustia, el desamparo y el cansancio todos tenemos
vocación de blanco fácil. Dominada por esto último la joven judía se retiraba a
dormir, Franz no podía dejar de violarla, estaba enamorado. Es probable que
Franz hubiese preferido esperar su aprobación, estaba educado para ello, pero
las condiciones históricas no estaban dadas para hacer preguntas y esperar
respuestas. Las condiciones históricas estaban del lado de Franz, no había
cabida para el temor al rechazo, había valor para enfrentar lo que sentía.
Usheret, quizá, no estaba del lado equivocado de la historia, ante la falta de
opciones sentía que una había ido por ella, inflada de ganas de sobrevivir no
tenía nada que reprochar en medio de la marcha hacia la pequeña muerte que nada
sabía del lejano siete de mayo de 1945.
No sé cuántos años han pasado desde la desaparición de Franz Kabras,
pero lo rescato en la memoria: leal y enamorado. Blanco fácil de mi propia
cursilería rivalizo con Usheret por un poco de contemplación. Fascinación
suicida que desconoce la historia.
Comentarios