YO TAMBIÉN SALTO LA TALANQUERA

Algunos dirán que esa situación
es algo cotidiano y lo es, pero no significa que sea normal o que tenga que
naturalizarlo. Por más decepción que inspire La Oposición que parece
representarnos, que no se nos olvide que ser oposición es resistencia activa de
cada uno de nosotros. Que nos aburramos de algunos de ellos y de los otros; los
más malos, los miserablemente malos, no de la política, que no nos aburramos de
la acción que implica la capacidad de juzgar, pensar, cuestionar, que por
oposición no entendamos ser el lado otro pasivo del chavismo.
Aguantamos hambre, injusticias,
dolor, pero no normalicemos, no naturalicemos. Cundámonos de un discurso en
resistencia que cuente el dolor sin cursilerías ni melodramas que le quitan tanto
respeto al propio dolor. Contar para quejarse, proponer, actuar, principalmente,
desde el monólogo, fortaleciendo el interlocutor interno que nos permita
ensayar respuestas para todo este accidente político que nos muere y nos mata.
Respuestas para mirar con ojos de pasado como yo quise mirar ese chamo que
comía basura desde la basura, pero que no logré hacerlo porque ahí estaba él,
cual Saturno, ese asimilado del dios griego del tiempo, devorándome con todo
ese presente, fragmentándome con cada mordida.
En ese lado de la talanquera estaba
yo; sin embargo, toca entender que la tristeza no es un lado, es un tiempo que
llega, se instala y pasa. Debe pasar.
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